DEBATE SOBRE EL DESARROLLO NACIONAL
Eduardo Gudynas
Se ha dicho que la actual crisis de la izquierda tiene sus causas en factores tales como la organización y las reglas del juego. Pero hay otros aspectos tanto o más importantes, y entre ellos se encuentra la pérdida de espacios para debatir sobre el desarrollo nacional.
Un primer examen sobre lo que se dice (y no se dice) sobre las estrategias de desarrollo, permitiría señalar por lo menos dos tendencias en la izquierda gobernante: Una es reformista; está volcada al mercado, interesada en los equilibrios macroeconómicos, busca la inversión extranjera, sus énfasis están en el crecimiento económico y la expansión exportadora, suponiendo que desde allí se generarían derrames sociales, y una recaudación tributaria que permitiría intervenciones estatales de compensación social.
Otra aparenta ser más radical; dice promover una mayor intervención estatal, apela a medidas específicas para algunos grupos postergados (que pueden ir desde los cañeros a un plan de vivienda popular), quisiera aumentar algunos impuestos, pero a pesar de todo es igualmente dependiente de la pareja exportaciones – inversiones para obtener financiamiento. La primera se presenta como más tecnocrática, la segunda ha llegado a invocar el socialismo.
Este resumen es esquemático, ya que su objetivo no está en los detalles de esas posiciones, sino en señalar que si bien pueden recorrer caminos distintos y ofrecer discursos políticos diferentes, de todas maneras su visión del desarrollo es esencialmente la misma: sería un proceso de crecimiento económico, donde se aceptan las relaciones de mercado convencionales y una inserción subordinada de Uruguay en la economía global como proveedor de materias primas.
Esta posición ha sido indicada claramente por el presidente Mujica: “necesitamos inversión de afuera”, un asunto sobre el que no debe haber polémicas ya que ese capital es indispensable, y lo que puede discutirse es qué hacer con los impuestos que deja esa inversión (declaraciones de febrero de 2010 a empresarios reunidos en Punta del Este). Bajo esa sentencia tajante casi no quedarían espacios para debatir sobre el desarrollo nacional, sino que simplemente tendríamos discusiones sobre el presupuesto y las rendiciones de cuentas.
Disputas presupuestarias, escenarios perdidos
Precisamente eso es lo que está sucediendo. No discutimos políticamente la marcha del desarrollo nacional (por ejemplo, si está bien o no sojizar la agricultura, o si sería mejor exportar circuitos integrados), sino que se debate sobre cómo se aprovecharán los excedentes captados. Unos querrán usar esos dineros en un plan de vivienda, otros en el Instituto de Colonización, más allá habrá quien desea más presupuesto para la educación, y así sucesivamente.
Esta reiteración de las disputas presupuestarias se intenta romper, de tanto en tanto, con embates sobre los esquemas tributarios o apelando a medidas insólitas. Si somos sinceros, propuestas como una colecta entre los que tienen “mucha guita”, en realidad dejan al desnudo las incapacidades estatales para generar un desarrollo independiente de la benevolencia empresarial. Esta es otra paradoja ya que el Poder Ejecutivo repite que vivimos en un paraíso macroeconómico de crecimiento económico y consumo de masas, pero sigue sumido en el déficit fiscal.
Las contradicciones sobre los estilos de desarrollo no desaparecen, pero como no tienen escenarios para explicitarse, terminan eclosionando en sitios inesperados. Eso ocurre, en parte, en el desencuentro con el Partido Comunista, ya que no puede dudarse que algunas de sus condiciones son elementos claves para el desarrollo nacional (por ejemplo, salvaguardas para el Estado o condiciones a la inversión extranjera). El día de mañana, otros problemas saltarán frente a otros temas, y eso se repetirá incluso bajo otras estructuras internas que puedan concebirse si en ellas se repiten las incapacidades para lidiar con la problemática del desarrollo.
La pérdida de espacios para debatir sobre esos grandes temas no fue repentina, sino que se ha instalado poco a poco, bajo la indiferencia de los dirigentes. Menciono un par de ejemplos: El primero es la desaparición del IFO (Instituto Fernando Otorgués), donde años atrás el FA promovía debates y análisis sobre la marcha del país, la organización del gasto estatal, o las propuestas a futuro.
El segundo, mas reciente, es el desvanecimiento del Consejo Nacional de Economía. Instalado bajo la administración Vázquez, era un espacio multisectorial para analizar la economía nacional, y se lo dejó languidecer, hasta que en el momento actual, no se sabe siquiera si la administración Mujica lo ha reinstalado.
El escurridizo tema del desarrollo
Como no hay muchos sitios donde discutir sobre los temas del desarrollo, esa problemática se cuela de manera desordenada, casi siempre confusa, y poco productiva. Veamos otros ejemplos.
Se ha denunciado la extranjerización de las tierras agrícola ganaderas (lo que está bien), pero poco y nada dice el gobierno sobre la extranjerización de las cadenas productivas agropecuarias. Mientras se mira a quienes son los propietarios de los campos, sectores claves de las agroindustrias están en manos del capital extranjero (brasileños en los frigoríficos y arroz, argentinos en granos). Si la actual postura gubernamental es exitosa podríamos caer en la triste paradoja de tener todos los campos en manos uruguayas, aunque con todo el sector agroindustrial extranjerizado. Sea como sea, se discute más sobre como arrebatar una mayor tajada a las altas rentabilidades actuales, que sobre cuál debería ser la estructura de la producción agropecuaria nacional, y cuál sería el papel de los capitales extranjeros.
En otros casos, se defiende el impuesto a la tierra como un antídoto directo para evitar la extranjerización y la concentración de la tierra (como dice el senador Enrique Rubio, en Brecha, 24 junio 2011). ¿Es así? Seguramente no, ya que esos problemas se atacan con controles sobre la propiedad de la tierra, y no por medio de impuestos. Pero la regulación de la propiedad se ha convertido en un tema aún más lejano y temido en los debates políticos.
Otro caso que deja en evidencia los problemas para hincarle el diente a los temas del desarrollo está en el repetido slogan que la minería permitiría “diversificar” nuestra economía. Esa es una posición simplista, ya que exportar rocas trituradas en lugar de diversificarnos nos simplificaría todavía más, acentuando nuestra primarización exportadora nacional. Las materias primas representaban el 68.5 % de nuestras exportaciones en 2005, y treparon al 74.8 % en 2009. Por lo tanto, para “diversificar” tendríamos que exportar menos commodities y más productos industriales y servicios, lo inverso a la ruta actual.
Estos y otros ejemplos indican que la izquierda uruguaya necesita urgentemente recuperar los espacios para debatir las estrategias de desarrollo nacional. Este es un elemento esencial para cualquier refundación, y sin el, crisis como las actuales se repetirán.
Publicado en Voces, 14 de julio 2011, Montevideo.